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Mensaje  Bjön_Lokhard Mar Sep 23, 2008 6:37 pm

Marte caminaba con paso cansado por los paramos yermos del la región de Loxal. Ya habían pasado casi siete años desde que la extraña noticia recorriera todas las tierras del continente de Anegas, Loxal, la tierra de la paz y la justicia, habían sido arrasada en una noche. Desde ese día las cosas no habían hecho más que empeorar. El-Shanethan, antaño un noble y poderoso guerrero, se hizo dueño de los restos de los territorios de la antigua nación. El y sus mercenario se instalaron en el interior del magnifico valle. Habían derruido las estatuas de los colosos, fortificado el valle y las montañas que lo formaban. Siete años de guerras, masacres e incursiones a las tierras vecinas.

Todo intento de parlamento, negociación, espionaje o enfrentamiento había acabado de igual manera, con las cabezas de los integrantes de las expediciones plantadas en altas picas a lo largo de los senderos que partían de las puertas del valle y sus pieles decorando las paredes de las altas murallas que defendían la entrada al valle.

La antigua resplandeciente Loxal, sinónimo de belleza y esplendor, era ahora un desierto árido y muerto. Nada crecía en la estéril tierra bañada con la sangre de tantos inocentes y las únicas criaturas que allí habitaban eran seres perversos, depredadores crueles o infrahumanos que subsistían de la carroña o comiéndose entre ellos. Llegar hasta ese punto le había supuesto a Marte un gran esfuerzo, las patrullas fronterizas, los guardianes de carreteras, las largas leguas de terreno árido, sin vida ni lugar donde esconderse. La cantidad de energía que había empleado en los pequeños conjuros de protección y aislamiento temporal, le estaban pasando factura. Aunque fuera un gran señor de los elementos, perturbar las leyes del mundo y del espacio tiempo, sin los ritos adecuados, siempre costaba un precio elevado.

En esos momentos se encontraba en la parte baja de una loma, a unas dos millas de la entrada del valle y lo más importante, lejos de miradas indiscretas. Había llegado un día antes que el resto de sus compañeros, los que consiguieran llegar al fin i al cabo. No los conocía, ni siquiera sabia como eran ni cuantos habrían conseguido llegar. Lo único que sabia es que los regentes de las diferentes tierras del continente de Anegas se habían reunido en un conclave para poner fin a este asunto, ya que los diferentes videntes y oráculos del continente habían presagiado el retorno de los oscuros, cosa que nadie estaba dispuesto a permitir.

La noche caía lentamente en el improvisado campamento de Marte. Ya se sentía mejor, después de una horas de descanso sin sobresaltos y una comida moderada, prácticamente habían recuperado todas sus fuerzas. De repente un fuerte ruido atrajo su atención. Decidió subir a lo alto de la loma para tener una mejor vista de las tierras que lo rodeaban, aunque no cometió el error de ponerse de pie en lo alto de la cima, distinguió a lo lejos la siniestra entrada al valle. Las puertas se estaban abriendo y de ellas salio algo, Marte no pudo distinguir que tipo de criaturas estaban saliendo por las puertas de la fortaleza, pero algo si que estaba claro, esas siluetas no eran humanas, de hecho no eran ningún tipo de silueta que el reconociera o recordara. Salieron unas cincuenta figuras, que formaron una falange perfectamente coordinada. Al sonido de un tambor la unidad de combate emprendió la marcha en dirección este, las puertas se cerraron lentamente.

Mientras Marte descendía del lugar donde había estado observando la salida de las tropas, noto que algo se movía en su pequeño campamento. ¿Lo habían descubierto? ¿Seria una partida de exploradores o guardias que habían seguido su rastro? Se maldijo a si mismo por no haber sido mas precavido. Por suerte había conseguido recuperar parte de sus fuerzas.

Haciendo uso de parte de su poder y de su fuerza de voluntad logro cambiar el estado de su cuerpo. Paso a un estado gaseoso, esto le permitiría investigar a quien se encontrara en su campamento, pero no le permitiría actuar. Tenia que apresurarse, un cambio tan brusco de estado no iba a durar mucho. Cuanto más tiempo pasara en este estado, peores serian las secuelas. Era el precio de la magia.

Al llegar al campamento, Marte vio una pequeña figura medio oculta en las sombras que observaba el campamento, con cautela rodeo el círculo de luz de la pequeña hoguera. Marte distinguió por un momento el brillo de la piedra que la figura llevaba al cuello. Era una de sus piedras guía, las había enviado a cada uno de los reinos que habían participado en el conclave para que fueran entregadas al representante de ese territorio que participaría en esa misión. Eran ocho en total, sincronizadas a su esencia, guiarían a sus dueños hasta donde se encontrara el en todo momento.

Más calmado, Marte se acerco lentamente a la difusa figura. Cuando no estaba a más de un metro de ella, rompió su concentración, su cuerpo se hizo sólido de nuevo. No había tenido tiempo de parpadear, cuando una ballesta de antebrazo, ya armada y lista para disparar, apuntaba directamente al espacio que había entre sus ojos.

-¿Quien demonios eres? – Dijo la figura en un susurro. Otra de las ventajas de las

piedras que había creado era que permitiría a los miembros del grupo entenderse, todo y hablar idiomas distintos.

-Mi nombre es Marte, señor de los mil cambios y soy yo quien te ha convocado en este lugar para…

No había acabado la frase cuando, a su lado, la realidad pareció estirarse, deformarse y finalmente romperse, dejando únicamente un gran agujero de oscuridad de unos dos metro de diámetro. Dos figuras salieron despedidas de ese portal de. La primera de ellas cayó al suelo al entrar en esta realidad, poco acostumbrado a un viaje semejante. La segunda compenso la desaceleración y se acerco a Marte y al otro individuo con paso majestuoso. La realidad se plegó sobre si misma y se reparó la fractura provocada.

-Bueno al fin hemos llegado.- La voz, femenina, provenía de la figura que permanecía de pie. No se podía distinguir su rostro, oculto por la capucha de la túnica que llevaba.

-¡Podrías haber avisado! – El que hablo era el acompañante.

Se estaba levantando del suelo. El tamaño de este era increíble, superaba como mínimo en dos cabezas a Marte, y eso que el media más de metro noventa, y su espalda, aun a pesar de estar protegida por una voluminosa armadura, era inmensa. Marte dedujo rápidamente el origen de este guerrero, era un Xenothan, un miembro de la antigua raza de los minotauros.

-Mi nombre es Shen´sair y el de mi compañero es Hasphacer – Dijo la voz, mientras se retiraba la capucha. – Me envían los regentes de Acarinos, señores de los cielos. Soy la capitana de la guardia del Circulo de los Ancianos. – Se inclino en una profunda reverencia hacia los presentes.

-Como bien ha dicho Shen´sair mi nombre es Hasphacer, Gran Señor de las Tropas de la Muerte de Xenothan. – Se puso el puño derecho sobre el pecho, a la altura del corazón, e inclino la cabeza astada, a modo de saludo.

Una risilla burlona surgió del individuo armado con una ballesta. Poco a poco entro en el círculo de luz, mientras bajaba la ballesta y la desarmaba. Su pequeña estatura, grandes orejas puntiagudas, mirada picara y despreocupada, lo identificaban como miembros del pueblo de Prax, habitantes de bosques, claros y selvas. Eran seres camaleónicos, sigilosos y letales.

-Soy Gunsad, de la estirpe de las montañas, Guardián del Claro Sagrado y el Árbol de la Vida.

La noche paso tranquila mientras todos se recuperaban del largo y duro viaje. Se distribuyeron las guardias nocturnas y las del día siguiente. Esperarían todo el día la llegada de los siguientes miembros del grupo. Decidieron que partirían al siguiente anochecer, aprovechando los últimos rallos de luz para evitar las posibles patrullas. Hablaron poco, conscientes de la cercanía de tropas de Loxal, los que no estaban de guardia se dedicaron a descansar y dormir.

Al amanecer siguiente, al despuntar los primeros rayos de sol, Gunsad, que estaba de guardia en esos momentos dio la voz de alarma. Una figura apareció en el horizonte caminando en dirección al campamento. No podían distinguir claramente al extraño, rápidamente todos se prepararon para hacer frente al extraño. Gunsad ya tenia armada y lista su ballesta de antebrazo, Hasphacer recogió del suelo su naguinata, un arma parecida a una lanza con un asta de casi tres metros de largo y un filo de espada curvo de casi metro y medio, Shen´sair desenfundo un par de largas y elegantes espadas de doble filo y las unió por la empuñadura, finalmente Marte se incorporo, armado tan solo con una piedra que había recogido del suelo, no necesitaba más.

Pasaron quince tensos minutos mientras el desconocido se acercaba con paso tranquilo. Marte soltó la piedra y les dijo a sus compañeros que se relajaran, el que venia caminando era otras de las personas que tenían que reunirse con ellos. Había notado la energía que le vinculaba a la piedra. Al cabo de media hora ya podían distinguir claramente a quien se acercaba, era una persona de estatura media, llevaba un abrigo de piel largo hasta el suelo, con una capelina de cuello alto que tapaba su cara hasta la altura de los ojos, un sombrero de ala ancha, botas de montar con la suela reforzada con metal, un bastón de ébano, empuñadura con forma de cráneo con cuernos y un gran rifle cruzado a la espalda. Tuvieron que esperar poco hasta que finalmente el desconocido llego junto a ellos, los miro uno a uno y finalmente se quito el sombreo. Dejando a la vista sus ojos de color violeta intenso y su melena negra trenzada en una larga cola.

-Mi nombre es Alia, Gran Juez del Tribunal Inquisitorial de Eriamar. Supongo que vosotros sois el resto de la compañía con la que tenia que reunirme. ¿Cuándo partimos?

-Mi nombre es Marte y soy quien os ha convocado en este lugar, estos son Gunsad la estirpe de las montañas, Hasphacer de Xenothan y Shen´sair de Acarinos. Partiremos al anochecer cuando haya llegado todo el mundo. Te recomiendo que descanses, el viaje habrá sido largo, agotador y no exento de peligros.

-Cuando quiera una recomendación ya te la pediré. ¿Quién esta de guardia ahora?

-Yo estoy de guardia en estos momentos –contesto Gunsad

-Cuando acabes tu guardia haré yo mi turno ¿alguna objeción? –dijo dirigiéndose a los demás.

Nadie protesto sorprendidos por la actitud francamente hostil de la recién llegada y por su tono de superioridad. Alia paso entre ellos, se descolgó el largo fusil de la espalda, se sentó en el suelo, empezó a desarmarlo y limpiarlo. Los demás haciendo caso omiso de ella volvieron a sus quehaceres y Gunsad se dispuso a continuar con su guardia.

Nada perturbo al grupo durante el resto del día, las horas pasaron lentas para todos, especialmente para Alia que no paro de dar vueltas y de impacientarse cada vez más. Cuando apenas faltaban un par de horas para el anochecer, el grupo recogió el campamento y se puso en marcha. Rodearían la colina que se interponía entre ellos y las puertas de Loxal, luego protegidos por la oscuridad se dirigirían hacia las colinas que rodeaban el valle, con la intención de encontrar un camino que les permitiera entrar al interior o como mínimo les proporcionara un punto de observación del interior del valle. Tenían que averiguar que había pasado y que estaba pasando en esas tierras.

Dos horas después de haberse puesto en marcha oyeron un ruido de cascos provenientes a sus espaldas, venían siguiendo su rastro. El sonido de los cascos se hizo cada vez mas fuerte, parecía que solo se trataba de un jinete, si lo abatían nadie se enteraría. El grupo se preparo para el inevitable encuentro, Alia planto con fuerza su bastón en el suelo, se descolgó el rifle de la espalda, apoyo la rodilla derecha en el suelo y la punta del largo rifle sobre el bastón. Estaba preparada para derribar al jinete en cuanto pudiera verlo.

El sonido indicaba que el adversario aparecía de un momento a otro, Alia tenia el dedo sobre el gatillo de su rifle. De pronto, como surgido de la propia oscuridad, apareció un enorme caballo lanzado a la carga, pero lo que dejo sin respiración a todos fue la monstruosa figura que montaba en el. Era un Guardián de los Caminos, miembros de las tropas de elite de Loxal, monstruosos guerreros y poderosos magos, eran los peores rivales que nadie podía imaginar.

Una fuerte detonación procedente del rifle de Alia saco al resto del grupo de su estupor inicial. El caballo freno su carga justo antes de arrollarlos.


P.D: Espero que os guste Wink

Bjön_Lokhard
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